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En el Este

  • Foto del escritor: Clara DAngelo
    Clara DAngelo
  • 29 ene 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 20 oct 2022

Carlos vende manteles en la playa, arranca a las ocho y termina a las siete.

Lleva una remera negra con un dragón desgarrado en la espalda y pantalones cortos. Sus pies secos se hunden en la arena acostumbrados al calor y al agua salada.

Cerca de la orilla, tres señoras de setenta y pico bien apoltronadas a la sombra y un señor que las acompaña bajo el sol, lo miran pasar.

Carlos se detiene frente a ellos, pide permiso y apoya su bolsa de tela roja. En la arena y como un mago en ojotas, recorta el azul del cielo con su gran bandera improvisada de colores.

La señora rubia de amplia visera color arena, pelo recogido, camisola blanca y cuello envuelto en chal blanco y negro, abre la conversación.

Carlos hunde sus rodillas en la arena y conquista el lugar para desplegar sus artes de vendedor ambulante con aires de beduino.

Comienza así un ensueño colectivo y cada uno destaca un mantel diferente, asociado a recuerdos de otros tiempos.

— Mirá éste!, muy parecido al Sari que compré en Dubai.

El señor de anteojos y panamá cansado, vota por el negro con arabescos dorados y recibe el comentario de la mujer de vincha naranja, labios rojos y strapless marchito.

— Y sí, claro, se nota tu gusto de gran escenógrafo.

La tercera de ellas, una canosa regia con enormes lentes de sol y un sombrero de esos que esperan en el perchero de playa cada enero para salir a pasear, opina:

— Son como los que trajimos de Bali…ideal para tu comedor.

A esta altura de la escala, Carlos, cebado por tanta alabanza sigue sacando manteles de su bolsa convertida en galera encantada.

Hay plateados con celeste, verdes con rojo, anaranjados y amarillos.

En medio de ilustrados comentarios que evocan destinos exóticos, actividades de otros tiempos y el buen gusto de Carlos, llega la pregunta de rigor:

— Cuánto cuestan? Carlos no duda.

— 1000 uruguayos, 2000 argentinos o 25 dólares.

— Qué caro! responden al unísono, respuesta llave para encarar la negociación.

Carlos que esperaba de rodillas, sabe que tendrá que secar el llanto de los argentinos devastados y al amparo de las últimas noticias.

— Perdón, como es su nombre? pregunta la señora de visera color arena.

— Carlos.

— Para nosotros es mucho, Carlos. Una rebaja?

— Mire señora, son de gran calidad, es lo que vale... le puedo rebajar.. 100 pero…

usted sabe lo que yo gano por cada mantel? 50 uruguayos, pero entiendo la situación, sé también que a los únicos que les puedo cobrar lo que vale es a los brasileños y a los paraguayos, esos vio?, que bajan del Conrad con dólares.

— Lo entiendo Carlos, son hermosos, pero no tengo el dinero ahora, puede pasar mañana? Carlos sabe que la noche enfriará la playa y el mantel. Saca su ultima carta.

— No se preocupe señora, si ustedes me dicen en qué edificio viven yo después de las siete sigo con mi trabajo, hago la recorrida por los apartamentos y paso a cobrar.

El prestigioso escenógrafo, la canosa regia y la de vincha anaranjada cierran sus ojos de cara al sol, salidos ya de la escena.

Carlos no se levanta, su postura ruega.

— Está bien Carlos, cerramos trato. Edificio Art Boulevard, apartamento 804, le dejo el dinero en recepción.

— Le dejo los dos manteles, Señora?

— No solo uno, gracias.

Carlos levanta campamento, pliega los colores que bailaron durante la media hora de este ameno intercambio y entonces ya de pie, saluda agradecido. Está listo para continuar el periplo por la arena de su patria, convertida en desiertos ajenos, en una playa de brasileños con dólares, sorteará el lamento argentino y se perderá entre la multitud.

Ella, en cambio estira las piernas, se hunde en el sopor del mediodía e imagina la mesa renovada con el nuevo mantel que cubrirá aquel de alguna otra temporada.


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