Despedida

Las palabras se escondieron y muy de a poco, emocionadas, intentan salir al rescate de una despedida para convertirla en un homenaje indeleble.

Corren los días y la historia como en un álbum de fotos desordenado, lagrimas y sonrisas se abrazan e intentan convivir para celebrar la vida.

Norberto, Beto, mi papá, falleció el lunes 26 de Abril, fecha que intenta cerrar la historia de una vida entera.

Mi papá era el bigote, el pelo con gomina, los zapatos bien lustrados, la naranja pelada con una prolijidad singular, las láminas del cuerpo humano para llevar a la escuela, los pañuelos de hilo con monograma perfumados y guardados en el primer cajón de la mesita de luz, el olor de la primera pitada del cigarrillo cuando despuntaba el sol camino a Mar del Plata, el permiso para tomar el vino con soda, el cálculo del tiempo por reloj para autorizar la zambullida a la pileta después de comer.

Mi papá fue el gran médico de la familia, la palabra sensata y el consejo oportuno.

Se las bancó todas y nunca se quejó ni siquiera de los sacudones que “Clarita” le pegó como resultado de una adolescencia tardía o tal vez de un tipo de revuelta inconsciente a lo establecido.

No se fue de viaje, ni partió ni nos dejó, como habitualmente se dice, tal vez, lo mas acertado sería decir que trascenderá en mi y que su memoria será el ejemplo en muchas decisiones y conductas futuras.

No hay deudas pendientes y eso me deja en paz, pero como nunca falta algún “Tal vez si...” ese es el del último abrazo, el de los abrazos de un año entero que no nos dimos y que tal vez si.. hubiéramos podido hacerlo, su corazón acelerado en el contacto de cada encuentro, le habría otorgado la fuerza necesaria para seguir un ratito mas. Creo en Dios a quien agradezco por su bondad infinita de haberme regalado un papá enorme a quien jamas olvidaré.

Gracias Papá