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El fondo del plato

  • Foto del escritor: Clara DAngelo
    Clara DAngelo
  • 14 sept 2019
  • 1 Min. de lectura

Si hubiera llegado sin saber el nombre de este pueblo, con solamente sentarme a la mesa y cerrar los ojos sabría que este era el lugar de mis raíces. Aquí no se elige lo que se come ni tampoco cuanto se come. Solo hay que esperar que la comida venga: vino tinto, antipasto, primo piatto, secondo e dolce. En silencio y con cara de "ojito lo que vas a decir", el mozo trae de a poquito las delicias del cocinero. Vino, vas a tomar el que ellos pongan en la mesa. Querés pedir un poquito de hielo? NO! al vino no se le pone. No querés comer más? como si todavía no comiste nada! Mi abuelo y sus hermanas también cocinaban y la mesa era el lugar donde ofrecían todo su cariño. Allí tampoco había lugar para el “no tengo mas ganas” o “esto no me gusta” Anoche pasó lo mismo, yo estaba ahí y ellos desde el fondo del plato me dijeron sonrientes: Bienvenida a Cava de’ Tirreni, nuestro lugar, nuestra familia.

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