Miami
- Clara DAngelo
- 9 abr 2018
- 1 Min. de lectura
Llegamos a Miami arrancando con la consabida maratón por querer abarcar todo en veinticuatro horas, sin recordar que tendremos una estadía prolongada. Dejamos nuestros bártulos y salimos corriendo a dar el presente en el Aventura Mall, donde el alma de Steve Jobs nos espera para calmar nuestro apetito por las nuevas tecnologías. Aunque tengas decidido no caer en la tentación, terminarás mordiendo la manzana. Algunas bolsas a pocas horas de haber llegado comienzan a debilitar nuestros brazos y caminando como zombies hacemos un relevamiento de lo que vamos a consumir en los días sucesivos, esgrimiendo la gran excusa que arranca de cuajo nuestras culpas: — Che, no se puede creer lo caro que está Buenos Aires, hay que aprovechar! Dicho esto y cargando con el convincente enunciado seguimos con las compras en el super, que acá son tan “super” que decidís llevar hasta lo que nunca vas a consumir, nos maravillamos viendo huevos duros empaquetados y ya listos para comer, sopas de lo que se te ocurra en cartones tetrabrik que seguramente quedarán en la heladera ya que nosotros no tomamos ni de la casera; Kosher, sin TAC, Vegano , Sugar free, góndolas provistas de tanta variedad que caemos indefectiblemente en un cuadro de ansiedad peligroso. A esta altura, agotados por el viaje y con el carro lleno, rematamos nuestro día con la clásica discusión del arribo que nos regalará un descanso sin “cucharita”. Bienvenidos a Miami!!

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