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Primer grado

  • Foto del escritor: Clara DAngelo
    Clara DAngelo
  • 6 feb 2019
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 3 ago 2022


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Si algo me gustaba cuando se acercaba el comienzo de las clases, eran dos cosas: pensar en mi nueva lapicera y comprar los zapatos para el colegio. Recorríamos un par de zapaterías, siempre con la ilusión de coincidir con el modelo y color que de antemano mi mamá ya había elegido. Guillerminas, canadienses o con cordones, eran las opciones posibles. ¡Qué entusiasmo cuando el vendedor se acercaba con la pila de tres o cuatro cajas blancas transportando el misterio del deseado contenido! Sentado en un banquito recibía mi pie con una media de lana puesta, que llevábamos especialmente para garantizar el volumen del pie en invierno. Ahora sí, estaba todo listo para verificar que entre la punta y el dedo gordo hubiese como mínimo un hueco en el que cabía un pulgar, luego una caminata a conciencia por todo el local para completar la prueba. - ¡Se me salen! - No importa, el pie crece y si es necesario le pondremos una plantilla, te tienen que durar todo el año. - Pero… - Los llevamos, dijo mi mamá. En homenaje a este recuerdo ayer fuimos con Nina a comprar sus zapatitos para primer grado y como nada ha cambiado, llevamos foto de referencia, medias y la siguiente consigna materna : “Zapateria Oggi, guillerminas, marrones y menos de número 31, no le compres” Pusimos las medias, hicimos la prueba del pulgar y la plantilla sobrevoló como una alfombra mágica en mi recuerdo. Qué lindo verla caminar por el local con sus zapatitos nuevos número 30, parada frente al espejo imaginando la novedad del primer día. - Te gustan Nina? No se te salen? Ella sonrió y fue muy fácil descubrir que su ilusión coincidía con la elección. Cargó la bolsa con la urgencia de llegar a casa, ponerse los zapatos, aliviar la espera y soñar con la inauguración de un nuevo ciclo.

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