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Shabat

  • Foto del escritor: Clara DAngelo
    Clara DAngelo
  • 12 abr 2014
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 13 dic 2019

Viernes. Llega la pausa, la calma, la isla para el  espíritu. Como cada viernes llego al templo, las puertas abiertas  me reciben  sin preguntar de dónde vengo. Intento  vencer  todavía la  incómoda  sensación del  forastero  que con humilde y pudoroso gesto pide permiso para quedarse.  Respiro profundo, busco mi lugar.  La gente intercambia los saludos de rigor : Yo vine, él vino, nosotros vinimos, ellos vinieron. En este  disimulado registro de asistencia,  la comunidad se afianza en la tradición y sus costumbres Los músicos tocan sus instrumentos y sutilmente las dulces canciones repetidas de cada Shabat  invaden de manera creciente el templo y mi cuerpo. La  música perfora mi piel y se instala en mi garganta, sintiendo ahí mismo los latidos de mi corazón que se aparean de inmediato con la emoción del recuerdo. Ellas están aquí conmigo, tan vitales como aquel primer día que entendieron mi curiosidad y necesidad de compartir las inquietudes del espíritu. La voz del Rabino, con una sabiduría casi celestial, sella mi encuentro con Dios. Alma, memoria, amor, familia, amparo  y sabiduría  son las piezas que se juntan en este inmenso momento que me abriga.  Creo en Dios,  en el tuyo y en el mío que son lo mismo. Shabat Shalom!



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