Sin barreras

Vivo en Belgrano desde los cinco años, suena un poquito mas liviano que decir que viví en este barrio los últimos cincuenta y cinco. 

Por lo tanto me siento una vecina de vasta trayectoria barrial. Escuela primaria, secundaria, universidad, noviazgo, casamiento, maternidad, divorcio y nuevo hogar, todito en el barrio. 

Desde muy chica cruzar la barrera venía acompañado por la inexorable advertencia materna:  -Andá, pero con mucho cuidado al cruzar!  Esta repetida frase no hizo mas que perpetuar el miedo a ser arrollado por el tren si:

No frenabas frente a las barras rojas y blancas, mirabas hacia ambos lados, evitabas con un saltito pisar las vías y así con paso rápido y preciso llegabas al otro lado aliviada, sana y salva.  Llegar al bajo Belgrano caminando, presuponía atravesar las misteriosas barrancas y si lo hacías en auto, cruzar el paso a nivel era como enfrentar las fronteras de un exilio.  Un párrafo aparte para Monroe, donde como jinetes en una doma, nos sacudíamos dentro del auto rezando para que el tren delantero del auto resistiera el cruce. Hoy el barrio está de fiesta y con inmensa alegría, nosotros los vecinos, que con paciencia y esfuerzo supimos bancar la obra,  nos recostaremos apoyando los codos en el esponjoso pastito de la barranca para ver pasar el tren, alto, reluciente y festivo protagonista de un ansiado progreso.